De hecho, la ketamina se ha estudiado ampliamente por su potencial para tratar la depresión, con un importante número de investigaciones que respaldan su eficacia. Ha participado en más de 2.400 artículos publicados y 300 ensayos clínicos, lo que la convierte en uno de los fármacos más estudiados para el tratamiento de la depresión en las últimas décadas.
La ketamina funciona de manera diferente a los antidepresivos tradicionales, que suelen atacar los sistemas de serotonina, norepinefrina y dopamina. En cambio, la ketamina afecta principalmente a Receptores NMDA en el cerebro, que participan en señalización de glutamato. Esta es la vía principal a través de la cual la ketamina produce sus efectos.
La ketamina ayuda a tratar la depresión a través de tres mecanismos clave: promueve la neuroplasticidad al estimular el crecimiento de nuevas sinapsis, que pueden «reiniciar» el cerebro y mejorar la forma en que se procesan las emociones y los pensamientos. También modula las vías del glutamato, lo que mejora la salud de las neuronas y proporciona efectos antidepresivos rápidos. Además, la acción rápida de la ketamina proporciona un alivio notable en cuestión de horas o días, lo que la hace especialmente beneficiosa para las personas con depresión resistente al tratamiento.
La ketamina es un medicamento aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) para su uso como anestésico general, y se ha administrado de manera segura durante más de 60 años en entornos médicos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha designado a la ketamina como uno de los 100 medicamentos más esenciales del mundo. Durante más de 20 años, las investigaciones han demostrado que la ketamina puede aliviar rápidamente los síntomas depresivos con efectos secundarios mínimos cuando se administra por vía intravenosa en dosis subanestésicas.